ESTOS ESCRITOS NO ENSEÑAN, NI CONFORTAN NI GUÍAN, Y LA INQUIETUD QUE ESCONDEN ES SOLAMENTE MÍA...















PARAFRASEANDO A ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ.







23 de abril de 2008

Si fuera ella...







(...) (Hasta aquí ahora, transcurridos quinientos millones de años, miro a mi alrededor y veo sobre el escollo el terraplén del ferrocarril y el tren que pasa encima con una comitiva de muchachas holandesas asomadas a la ventanilla y en el último compartimiento un viajero solo que lee Heródoto en una edición bilingüe y desaparece en el túnel sobre el cual corre la carretera para camiones con el gran cartel "Vuele por Egypt air" que representa las pirámides, y un triciclo de heladero trata de pasar a un camión cargado de ejemplares de la entrega "Rh-Stijl" de una enciclopedia en fascículos, pero frena y vuelve a la cola, porque la visibilidad está obstruida por una nube de abejas que cruza la calzada procedente de una fila de colmenas situadas en un campo del que seguramente se retira una abeja reina llevándose detrás todo un enjambre en sentido contrario al del humo del tren que vuelve a aparecer en la punta del túnel, de modo que no se ve nada debido a ese estrato nebuloso de abejas y humo de carbón como no sea unos metros más arriba un campesino que rompe la tierra a golpes de zapa y sin darse cuenta saca a la luz y vuelve a enterrar un fragmento de zapa neolítica semejante a la suya, en un huerto que rodea un observatorio astronómico con sus telescopios apuntando al cielo y en cuyo umbral está sentada la hija del guardián leyendo el horóscopo en un semanario que tiene en la cubierta la cara de la protagonista del film Cleopatra, veo todo esto y no siento ninguna maravilla porque hacer la concha implicaba también hacer la miel en el panal de cera y el carbón y los telescopios y el reino de Cleopatra y los films sobre Cleopatra y la pirámides y el diseño de zodíaco de los astrólogos caldeos y las guerras y los imperios de que habla Heródoto y las palabras escritas por Heródoto y las obras escritas en todas las lenguas incluso las de Spinoza en holandés y el resumen en catorce líneas de la vida y las obras de Spinoza en el fascículo "Rh-Stijl" de la enciclopedia en el camión que el triciclo del heladero ha dejado atrás, y así al hacer la concha me parece también que hice el resto. Miro a mi alrededor ¿Y A QUIÉN BUSCO? Siempre a ella, la busco enamorado desde HACE QUINIENTOS MILLONES DE AÑOS y veo en la playa a una bañista holandesa a la que un bañero con cadenita de oro muestra el enjambre de abejas en el cielo para asustarla, y la reconozco, es ella, la reconozco por su modo inconfundible de alzar el hombro hasta tocarse casi una mejilla, estoy casi seguro, y hasta diría absolutamente seguro si no fuera por cierta semejanza que encuentro también en la hija del guardián del observatorio astronómico, y en la fotografía de la actriz caracterizada de Cleopatra, o tal vez Cleopatra tal como realmente era, por lo que de la verdadera Cleopatra sigue presente en cada representación de Cleopatra, o en la reina de las abejas que vuela a la cabeza del enjambre por el impulso inflexible con que avanza, o en la mujer de papel recortado y pegado en el parabrisas de plástico del triciclo de los helados, con un bañador igual al de la bañista en la playa que ahora escucha por una radio de transistores una voz de mujer que canta, la misma voz que escucha por su radio el camionero de la enciclopedia, y también la misma que ahora estoy seguro de haber escuchado durante quinientos millones de años, sin duda es ella la que escucho cantar y cuya imagen busco y no veo más que gaviotas planeando sobre la superficie del mar donde aflora el centelleo de un cardumen de anchoas y por un momento estoy convencido de reconocerla en una gaviota hembra y un momento después dudo de que no sea en cambio una anchoa, pero podría ser igualmente una reina cualquiera o una esclava nombrada por Heródoto o solamente aludida en las páginas del volumen que ha dejado para señalar su asiento el lector que ha salido al pasillo para entablar conversación con las turistas holandesas, o cualquiera de los turistas holandesas, o cualquiera de las turistas holandesas, de cada una de ellas puedo decirme ENAMORADO y al mismo tiempo seguro de estar SIEMPRE ENAMORADO SÓLO DE ELLA. Y cuanto más enloquezco de amor por cada una de ellas, menos me decido a decirles: "¡SOY YO!", temiendo equivocarme y más aún, temiendo QUE SEA ELLA quien se equivoque, me tome por otro, por alguien que a juzgar por lo que ella sabe de mí podría ser también confundido conmigo, por ejemplo, el bañero de la cadenita de oro, o el director del observatorio astronómico, o una gaviota, o una anchoa macho, o el lector de Heródoto, o Heródoto en persona, o el heladero ciclista que ha bajado a la playa por un sendero polvoriento entre chumberas y está rodeado por las turistas holandesas en bañador, o Spinoza, o el camionero que lleva en su cargamento la vida y las obras de Spinoza resumidas y repetidas dos mil veces, o uno de los zánganos que agonizan en el fondo de la colmena después de haber cumplido su acto de continuación de la especie). (...)




Fragmento tomado de: LAS COSMICÓMICAS. Autor Italo Calvino Editorial Minotauro, págs. 181-183. Barcelona Junio 2002.