ESTOS ESCRITOS NO ENSEÑAN, NI CONFORTAN NI GUÍAN, Y LA INQUIETUD QUE ESCONDEN ES SOLAMENTE MÍA...















PARAFRASEANDO A ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ.







19 de junio de 2009

Corazón o Carne (IV parte)


13

He tomado mucho o he tomado poco, lo cierto es que estoy apunto de vomitar, toda la noche me la he pasado en una cantina, en donde me han otorgado “crédito”, el dueño del negocio, se ha percatado del mal que me ha estado consumiendo poco a poco, ha sido una noche sin igual, -Seyla se ha marchado de la ciudad-, esto lo deduje de una carta que me dejó con “tú”, sólo he podido leer sólo un par de párrafos, en mi embriaguez sus palabras las degusto con amargura: “ahora y quiero abrirle las entrañas a esta palabra para ver si contiene el tiempo o le pasa como a nosotros que nos consume sin cesar”.




Ella me había prometido que nunca me escribiría una carta, ahora sólo obtengo de ella, unas hojas preñadas de letras, letras que no me indican nada, como si estuviera aprendiendo un nuevo idioma, ahora en mi embriagues recuerdo una oración a la santa muerte que mi tía la solterona repetía incansablemente todas las noches:



“Muerte, tú que andas por el mundo en calles, montes y colonias si encuentras a: Seyla, no la dejes pasar pon en su mente mis pensamientos, si está sentada no la dejes en calma, si está durmiendo que me sueñe y que nunca duerma tranquila ya que un niño ha de oír llorar siempre. Santa muerte yo te conjuro la señal que te pido me has de dar, cada vez que encienda un cigarro, la ceniza tiene que caer en mi mano y si está ansiosa por hablarme, su boca ha de abrirse y como esta oración, ella ha de venir a cerrar mis labios con su boca, ha de venir mansa y desesperada, humillada hasta las plantas de mis pies. Alma de los cuatro vientos que a levante guió a Marco Polo y a cualquier otro explorador, quiero que me traigas a Seyla y que los siete espíritus y las siete ánimas cambies sus amores y vuelva a mí, envuelta en tu gran poder ¡0h santa muerte! ".




Al final sólo recuerdo que llegaron los mariachis, sólo les pedía como José Alfredo que me tocarán: “la que se fue”.



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La carta de Seyla te la escribí yo… hasta la cruda se me esfumo como la imagen de Seyla al ver frente a mí la figura de “tú” que tenía un parecido al venerable “Buey mudo de Sicilia” y en nuestros tiempos no dista mucho de parecerse al celebre Shalquille O´ Neal.



- En español compadre que no me cabe la idea de que “tú” hayas escrito esta carta que casi me mata de congestión alcohólica.



-Te explicare, pero primero debes guardar un secreto no le digas nunca a Facundo y Dominó, de nuestra plática ¿aceptas?



-Me crees un hombre sin palabra, claro que acepto, y te juro que de mí nunca saldrá esta charla contigo.



-Bueno, si es así, salgamos de este tugurio, infesto y mal oliente, caminemos hacia la plaza tapatía, me encanta ver caer el agua de las fuentes, quiero respirar a todo pulmón aire fresco.
Caminamos en silencio un buen rato, creí que “tú” estaba sumergido en su mundo y que esta promesa se desvaneció en el mutismo de mi compañero, hasta que se acerco a una banca y me hizo la señal de sentarme junto a él.




- Un hombre no debe de hablar mucho puesto que sus palabras deben volver realizadas, un hombre prudente ahorra esfuerzo, su verdadero interés es forjar palabras, una vez formulada, con el poco aliento que le queda soltarla levemente, ella extenderá sus alas, se volverá golondrina, le saldrán patas veloces, sí necesitara cruzar el océano o un río construirá aletas capaces de surcar aquellas aguas, nada le sería imposible, todo porque tiene trazado un camino, nada la puede detener, -¿entiendes esto AK?- y a su regreso no tendrá la imagen de ave, ni de animal veloz, ni mucho menos la figura resbalosa de un pez, tendrá la imagen del cuál y por el cuál fue creada, tendrá el sello del que habló pero a la vez de la oyente, será más fresca que el agua a medio día, relucirá más que una estrella a media noche, será la imagen de la que despierta al hombre que vive en ti, en mí o en el que sea. Lo único que me encargo Seyla es que te enterarás que ella me dictó la carta, yo sólo pulí el estilo y la forma.



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Sobre la mesa “tú” dejó el dibujo de un cómic una chica con uniforme de escolar, sosteniendo una carta del tarot, en sus ojos esta a punto de estallar una tormenta, parece una chica alejada y perdida para su amante; como si fuera el alter ego de “tú”, un tipo también extraño y lejano, fue la primera vez, en que una noche un hombre no quería recorrer mi cuerpo con sus manos, exigía otro tipo de caricia, quería escuchar historietas, palabras capaces de formarse en imágenes, quería terminar en una noche esta historieta, fue preciso escribir hojas tras hojas, rayar y corregir, después romperlo todo y volver a empezar de nuevo, después el silencio incomodo del no saber que más decir o el cómo continuar contando, en verdad, no fui testigo de lo escrito, ya estaba apunto de amanecer, cuando él de pronto se paró de la mesa, con unas hojas escritas con una caligrafía simple y limpia, sólo memoricé una oración: “ahora esta palabra con su resorte de niebla”.




- Mañana le dejo la carta AK en el hotel, es posible que ya no te vea, tengo que partir quiero volver a casa, a mi también me da nostalgia escribir sobre los distantes, los ausentes, los perdidos, los extraviados, de los decaídos, de los absurdos, de los amorfos, en fin, de la compleja naturaleza humana.



Después que se marchó, quede completamente dormida, me soñé escribiendo, escribía sueños de otro, tenía cada palabra un sabor que al dejarla impresa en el papel desprendía un olor a fruta agridulce, al acariciar aquellas letras tenían la textura del durazno, por cada letra escrita se abría a mis ojos un jardín o una plaza o se avisaba un conjunto de islas o daba la apariencia de una inmensa ciudad sumergida, con sus callejuelas y en una de ellas el hotel París, me vi envuelta en esta ciudadela, nadé lo suficiente hasta llegar al hotel, en la entrada la madrota flotaba y entre los dedos de la mano colgaban todas las llaves de las habitaciones, a un lado del mostrador la guitarra de Domino, observe que en cada cuerda reventada tenían amarradas a un plástico azul, mi nombre seguido de otro, continué abriéndome paso entre tantos cuerpos de amantes no sólo míos sino el de las otras mujeres, llegue como pude al veinticuatro, y la cama por capricho de alguien se mantenía arreglada, pero encima de ella, yacía el cuerpo desnudo de AK, como si la muerte dejará en su rostro un rostro pacífico a pesar de las despedidas de tantos amores perdidos, sus labios apretaban los jirones de una carta que nunca me envió, no pude soportar más y desperté porque no quería ver más esta escena o porque tenía planeado abandonar ese día la ciudad y se me estaba haciendo demasiado tarde.



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¿Por qué volver un lugar común, un lugar árido e intransitable? La autobiografía es esté lugar común, donde todos dicen “yo”, pero este es un oficio sobre la escritura patentar hechos que nunca ocurrieron, por ello, es un arte la escritura esconder lo que sí fue un suceso, sobre lo que nunca ocurrió y amalgamar todo esto que conforma nuestra historia personal.



En el hotel París, lugar en donde trabajo a partir de las siete de la tarde, entran jorobados, vejetes, decadentes, arruinados, solitarios, enfermos mentales, genios desorientados, y al salir, después de un ejercicio físico extenuante se sienten: conquistadores, exploradores o poetas, se levantan entre sus ruinas para construirse una ciudad amurallada, y no es que sea una caprichosa diosa ni una Dido a la inversa ya que ella primero los tomaba como hombres y después terminaban hechos unos cerdos, en consecuencia, puedo asegurar que mi arte lo fui aprendiendo, no se me impuso, fue algo que opté, y fui haciendo mi destino en ser la prostituta más recurrida, de la cuál, muchos se han enamorado, muchos han querido formalizar una relación monogámica, en realidad, no es lo que deseo y no lo deseo por el simple hecho en que cada vez que me acuesto con un hombre me siento cada vez más libre, cada vez más yo, este cuerpo es mío y sólo por unos momentos, a cambio de una retribución otras manos acarician lo que nunca podrá pertenecerles: yo llamada “Seyla”.



Me prostituí por vez primera cuando cursaba el tercer semestre de preparatoria, no era buena en una materia, el maestro no tenía otra opción, según me comentó, a no ser que me convirtiera en su amante, entonces era posible que aprobará la materia, y así fue, pasé esta materia y pronto se corrió la voz entre los maestros que me daban clases, ellos me reprobaban y yo a cambio me dejaba acariciar, desnudar y poseer por sus lascivos deseos, uno de ellos, me cogió sin quitarme el uniforme escolar y fue sobre el escritorio en que me envistió como corcel en carrera de muerte, lo disfrute como nunca lo había experimentado, el resultado fue que termine la preparatoria, me encanto el sexo a cambio de algo, a cambio de lo que me dieran nunca era suficiente a lo que compraban.



Después con el tiempo, acudí a un Dance´s Club, en donde la cosa era más sencilla, bailar, realizar acrobacias sobre un espacio pequeño, sosteniéndome en un tubo que no sólo atravesaba el techo sino mis sueños y mis días, conforme pasaba temporadas en un solo lugar, los clientes terminaban en olvidarme, cada chica nueva era una enemiga que me robaba la aprobación masculina, así que cuando salía a la pista y no recibía nada más que vituperios o empezaban a corear el nombre de otra, era el tiempo de salir por la puerta de atrás y buscar otro club, hasta que todos los club´s de la ciudad han sido recorridos, cuando el último ya está a más de treinta kilómetros de la ciudad, esto te indicaba que tenías que cambiar de domicilio, de teléfono, pintarse el cabello de otro color, recortarlo un poco, cambiar el guardarropa, elegir otra faceta de tu persona, tenía que cambiar de nombre y de tantos nombres, que el verdadero fue borrado de la memoria.



Después de los club´s acudí a ser mi propia promotora, subí fotos mías al Internet, en donde las frases más absurdas son las que más llamadas y citas reciben, creo que los hombres que nos contratan nos consideran simplemente un cuerpo y nada más, en donde deshacer su propia frustración, de hecho así era, tipos en la mayoría reprimidos, en que sus mujeres gobernaban sus cosas, sus vidas y sus camas, y para eso me contrataban, después del sexo, escuchaba sus peroratas de siempre, la culpa la tenían siempre sus mujeres, me imaginaba a estos señores, volver a sus hogares, después de estar en la cama conmigo, me imaginaba la cara de hipócrita que ponían sus mujeres al sentir el olor de otra sobre la piel de sus delicados maridos, creo que no lo soportaría o vomitaría sobre él o terminaba matándole a punta de golpes.



Terminé aborreciendo las citas a ciegas, citas a moteles o a domicilio, de hecho las citas fueron cada vez menos, entonces decidí en probar suerte en los hoteles de la zona comercial de la ciudad, lugares fijos, como casetas de teléfonos, en donde con unas monedas puedes realizar una llamada y escuchar del otro lado del auricular la voz que siempre amaste. Y fue ahí en donde conocí a AK, fue en esas habitaciones de camas estrechas, en donde por vez primera escuche a la poesía:




"Santoral del sábado: Lola, Margot, vírgenes perpetuas, reconstruidas, mártires provisorias llenas de gracia, manantiales de generosidad. Das el placer, oh puta redentora del mundo, y nada pides a cambio sino unas monedas miserables (…) Oh puta amiga, amante, amada, recodo de este día de siempre, te reconozco, te canonizo a un lado de los hipócritas y los perversos, te doy todo mi dinero, te corono como hojas de hierba y me dispongo a aprender de ti todo el tiempo".

18 de junio de 2009

Corazón o Carne (III parte)


9


Escribo en mi cuaderno:

- “Nadie coge a la misma puta dos veces del mismo modo”.

Cada vez, ella es otra, se descifra, se maquilla distinto, guarda otro aroma, sus gestos no son los mismos, hasta su pulso y su respiración cambia, en esto radica el oficio de ellas, en ser otra cada hora, cada día y cada noche, ellas no se rigen con el calendario moderno, ellas siguen el trayecto de la luna, están continuamente construyéndose, reinventando, a cada quién le otorga lo que anda buscando, es una sabia en pasiones, sí han de actualizar el Kamasutra, ellas serían las primordiales guías que han de tomar en cuenta, pero nadie habla de ellas, aunque son las más solicitadas, nadie quiere verlas aunque expongan su delicadeza femenina a cualquiera, nadie, sólo yo, pero a mí me gusta comentarme a través de mi “nada”, ésta nada es “metafísica”.

Sólo un Don Nadie tiene el privilegio de alabarlas de escribir algo sobre ellas, aunque sólo sean pre-textos y nunca una escritura que se formalice en libros y llegue a las manos de los lectores, pero los lectores modernos, quieren que les hablé de personajes extra-normales, que cuente con super poderes, y dejé un legado, pero el legado de un super hombre, es que nunca muere, nunca sabemos si lleva un baño portátil, pues siempre esta impecable, nunca eructa ni huelen mal sus gases, y al parecer nunca tiene sed, un héroe fabricado por nuestros tiempos es un anti-héroe, los clásicos ponderaban lo contrario: lealtad, valor, fuerza, sentimientos, imagínate “un valeroso Aquiles llorando”, y así lo hizo Aquiles, no lo ves nunca en un X men o Batman, para ellos es el odio, pero no lo que revele sus más hondos sentimientos, sí así, son los héroes ¿cómo estarán sus adoradores?

Lo curioso es que los héroes nunca existieron sólo están sus seguidores que tratan a todo costa imitarlos, pero nunca he sabido que se pueda imitar a la perfección a la misma perfección, vaya si no también sus actos son absurdos, pero fíjate bien como enmarcan la ceja cuando hablan de sus super héroes, si es posible llevar el mismo traje, se hacen más y más interesantes, pero que no le menciones que un héroe (no nuevo porque siempre ha estado antes que ellos) sea una puta, la super chica poderosa, poderosa pero puta, no es concebible, si alguien atenta contra la “dignidad heroica” está idiota o loco que al caso es lo mismo.
A estas alturas de la vida, es relativo preguntarme:

-¿Por qué estoy aquí y no en otro lugar?

-¿Quién olvido esta mujer que ahora duerme a mi lado?

-¿De qué mujer me he alejado al tener a ella a un lado mío?

-¿Qué me atrajo hacia ella?

Y no porque yo sea más noble, al cuestionar estas circunstancias o dejé de serlo por no hacerme las preguntas, coger con una prostituta, cada quincena, no es relevante el dato, sino ¿El por qué no dejo de hacerlo? Y ¿Por qué siempre con ella? Acaso sea me han olvidado las reglas básicas: “nunca pero nunca jamás te enamores de una puta”, y si sigo con ella, simplemente muestra que el amor es un hecho que no está tan alejado de nuestras vidas y esto me hace recordar la recomendación de Ovidio: “Pues te hallas libre de todo lazo, aprovecha la ocasión y escoge a la que digas: Tú sola me places”.

Yo siempre pensé que ellas han dejado de amar, pero resultó todo lo contrario, el amor de una puta, carece de precio porque los ha tenido todos, el mío hasta este momento ¿Cuál ha sido? ¿Y esté costo podrá ser medido?

Son preguntas que en realidad no sé, si tengan respuestas las han de tener pero a su “tiempo”: esta palabra odiada por el cuerpo, en cada arruga que surge del rostro, cada vez, que los movimientos motrices son más lentos, cada vez, que dejo que la melancolía consuma mi cigarro, el único bien del tiempo, es que siempre pasa y nunca deja de hacerlo, todo pasa, todo fluye, no hay duda, padezco la imagen de un Heráclito decadente.

10

Encontré a Seyla, en una biblioteca municipal, a las 2:00 de la tarde, sumida en la lectura de un libro, nunca notó que la observaba, como se observan las flores del jardín de mi casa, me acerque y observe que el libro que leía era el de “Naná” de Emile Zola, fue entonces cuando me di cuenta de la importancia de los libros, como el sol para las flores, para ella eran los libros y yo que nunca he leído a Zola. Al tocar su hombro sentí que la arrebaté de los brazos de Zola; me quise disculpar pero al mirarme, me sonrió y sin más, me ofreció un asiento para que la acompañara en silencio su lectura.


- Sabes nunca creí que fueras amantes de los libros.

- Ni yo, esta biblioteca me queda en la ruta a mi casa, paso siempre, hoy no sé por qué, entré, es como cuando entras a una iglesia abandonada, entras para sentirte solo.


- A esta hora de las tarde los hombres de negocios dejan colgado en el reloj sus sueños, sus planes y hasta las caricias hacia sus mujeres, son muy higiénicos en sus horarios, nunca interfieren sus tiempos, todo está fríamente calculado.


- Como ves yo no soy hombre de negocio, lo que dejé colgado en el reloj fue tu nombre, por ello, detuve el tiempo, este instante no ha transcurrido, se ha detenido en nuestras miradas.


- ¿Por qué no me escribes un libro? Dices cosas que me gustan, no importa lo que piensen los otros, es como un hijo mientras lo ames, lo demás carece de importancia.


- No quiero escribir mientras estés a mi lado.


- Necesito alejarme de ti para que escribas, no crees, que es una petición caprichosa.


- Lo que somos lo somos por un caprichoso dios.


- No creo en lo divino y no lo necesito.


- Algún día escribiré, no te preocupes deja que me crezcan las alas, que mis vellos se conviertan en plumas blancas y suaves, y con ellas, te lleve muy lejos de aquí.


- No necesito viajar soy el viaje mismo.


- Que ocurrente y me dices a mí que escriba un libro, yo también quiero pedirte lo mismo.


- Recuerda esto siempre: la única puerta a la que conducimos es hacia la soledad, nunca la abrimos completamente pero la sostenemos lo suficiente para que jamás se cierre, por ello, una puta nunca podrá escribirte una carta.


11

El hotel se llama “París” y me recuerda, cada vez, que alquilo una de sus habitaciones la frase de E. M. Cioran: “Si hay que fracasar en la vida, mejor es hacerlo en París que en cualquier otro sitio”, sí hay que fracasar tendrá que ser en Francia, pero los Gales están muy lejos, en cambio, se extiende a mis ojos, un hotel andrajoso, deteriorado, con las paredes pintadas de cal, tiene tres plantas, nunca he pasado de la segunda planta, en la tercera ignoro si existen habitaciones, o son pequeñas bodegas, en las cuales acumulan los huéspedes, lo que nos sobra siempre a los hombres, oscuras soledades y ciegas decepciones, el motel cumple de cierto modo, con una función la de ser un depósito de los desechos de los sueños juveniles. Seyla no se ha reportado, según sus compañeras a estado enferma, pero nadie sabe su paradero.


Continuó con el juego de la evocación, rento la habitación veinte y cuatro, mis pasos se oyen pesados y sordos por las escaleras, carecen de la música del taconeo de Seyla, abro la puerta y parece que nunca he entrado en ella, pero no sé por qué la cama la veo cada vez más angosta, me siento al borde de ella y me desnudo frente al espejo, y observo una barriga prominente, la barba está casi blanca, al menos no estoy calvo, parezco un buque varado en una playa perdida, esto debí apuntarlo en mi cuaderno pero ya es demasiado tarde, lo trascribiré en otro momento, ahora sólo necesito dormir un poco.

La mañana en el hotel “París” inicia a las 4:00 a.m. con el abrir y cerrar de puertas, los primeros en salir son los comerciantes, al parecer traen envuelto al mundo, los olores que desprenden sus productos, como frutas, especies, carnes de ave seca, panes; parten con ellos, los secretos de otras tierras, sus voces son familiares de camaradería, aunque los desdichados apenas si han intercambiado algunas miradas, y nombres de las mujeres con las que han pasado la noche.


Alguien mencionó el nombre de Seyla, y sucedió como sí un enjambre de abejas hubiera penetrado violentamente en el hotel, entre todos descubro la voz de un amigo de la infancia, su familia siempre se ha dedicado al comercio, nunca creí que en Guadalajara me lo encontraría, me levante a saludar al viejo amigo, estaba tan acalorado con su relato que no me conoció, estaba -entre dos personajes algo excéntricos, uno de ellos eran un tipo obeso que medía casi los dos metros y el otro era un tipo vestido como el clásico pachuco, con sus zapatos de charol, ropa blanca y con un sombrero acomodado a miedo lado de la cabeza, los tres fumaban, y el humo que desprendía figuraban tres locomotoras a punto de estar descarrilándose, mi amigo con su voz francamente de paisano, abría en su conservación toda una lista de preciosidades para describir a Seyla:


- Una vez montado en una tigresa, nada se le parece, porque ella es única, es heredera de las antiguas “alegradoras”, eran indispensables en el ejército de los antiguos guerreros aztecas, tenían alto rango y eran más preciadas que la espada misma, porque ellas eran el corazón que mantenía al guerrero herido, en medio de las filas del enemigo.


Interrumpió de pronto su relato porque escucho el pobre infeliz la voz de Seyla que provenía de la planta baja, esa voz tan familiar para muchos de los que nos encontrábamos en el hotel; era como si la luz rasgará de pronto la oscuridad de la noche, su paso era decidido como una sacerdotisa, solemnemente andaba con soltura en este estrecho pasillo, dirigiéndose a su cuarto, lugar que una vez que entraba, las prisas se diluían entre sus caderas, nosotros anhelábamos que perdurará esta visión, pero inmediatamente entro al cuarto cerro la puerta, sin que alguno de nosotros la acompañaran, sólo vimos un letrero colgado, poco acostumbrado en este hotel:


- “Por favor de no molestar”.

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Todos resolvieron en partir a sus respectivas labores, Facundo que así se llama mi amigo de la infancia, me saludo efusivamente, me presento a sus dos camaradas, el pachuco se hacía llamar Dominó, el otro el que tenía el aspecto de pertenecer de línea directa a algún ser mitológico solo le decían “tú”, según mi amigo “tú” sólo utilizaba la palabra hablada para pedir de comer, y no era que lo decía tal cuál sino simplemente “por favor”, así que de estas dos palabras que manejaba tenías que conocer la entonación para que “tú” reaccionara y pudiera ayudar e intervenir cuando lo necesitabas, de los demás, los cuatro formábamos un conjunto a modo del hotel, pareciera que fuéramos un mueble o un cuadro necesario en el adorno del inmueble.

Salimos a caminar por la calzada, se veía afuera una gran movilidad, el tránsito congestionado, los automovilistas de mal humor y fue curioso que todos los que observé traían un cigarrillo consumiéndose entre sus bocas, a mis camaradas todo ello les era indiferente, sólo lamentaban que Seyla no los aceptara en su aposento, maldecían y escupían, no fumábamos porque no teníamos para comprarlos, yo y “tú” caminábamos taciturnos como si nuestros pensamientos fueran dos piedras incapaces de moverse del cráneo, como una pesada carga llevada, de ello, solamente nosotros sabíamos de su existencia.

Facundo inicio con la propuesta de cantar a la orilla de la calzada la canción de “Stand by me”, repetirla hasta el cansancio y que “tú” o el que sea pida dinero a los paseantes, pregunté sobre la guitarra, todos quedaron atónitos su guitarra la habían dejado en el hotel, antes que nosotros reaccionáramos “tú” salió corriendo en dirección del hotel, espero que el infeliz la encuentre, -comentó Facundo-, sería una lástima perderla pero como todas las cosas se van o se pierden, en fin, es inevitable estas situaciones.


Nos sentamos en rueda, mientras las personas nos insultaban cada vez que tropezaban con alguno de nosotros. Tardamos sentados más de dos horas y ni un rastro de “tú”, Domino se levantó mirando hacia el lado en que se fue “tú”.

- Nunca se nos ha perdido, esta ciudad es un inmenso laberinto, no fue buena idea Facundo de venir nada más a visitar Seyla, te hubieras contentado con tus historias, hubieras inventado algo fantástico, no sé, que la sacaste de estas ruinas y que ahora vive en tu casa, esperándote a cenar.


-Mira como son las cosas Dominó, nosotros pensábamos que “tú” nos sentía imprescindibles pero la realidad es otra, él es más indispensable y ahora que no viene como se le extraña. Estoy pensando que el infeliz se quedo con Seyla, espero que este acariciando esa tersa piel canela, espero que así sea.


Será mejor ir hacia el hotel- preguntar sino lo han visto llegar- comenté casi sin ganas, parecíamos tres figuras deformadas por la luz del sol, como espectros, sentía que la sangre me quemaba, tenía unas inmensas ganas de fumar, pero como buen adicto, lo que no tenía era dinero para comprar, siempre en estos momentos de ansiedad me pongo en trance, me imagino que soy yo el señor del Ford rojo, que está fumando y aspirando el olor a tabaco, ese olor que tranquiliza los nervios, siento en los pies, la potencia del motor, veo su celular seguro que ha de tener un número de celular y que en el otro lado de la línea, una voz melosa y femenina, le estará diciendo: “hola amor, en dónde estas, a qué horas vas a venir por mí”.


Cosas que un hombre normal tiene y que un excluido como yo no tiene derecho. En fin todo trance es momentáneo, llegamos al hotel y la encargada nos miró con cierta ironía de que las madrotas siempre conservan, antes que habláramos, nos dejó un sobre amarillo, -se los dejó Seyla y comentó de que no se preocupen por “tú” se lo llevó a comer y que a las siete de la tarde regresa.

Una pregunta santa señora –dijo- con cierta sorna Facundo, no vio alguna guitarra que cargará Seyla.

- Sí, pero me la dejó a pago de sus rentas que tienen atrasadas y aun así, no cubren ni la mitad de su deuda.


-Bueno, al menos véndala bien o regálesela a un virtuoso que ame la música.

-Si tía, es una lástima que le arrumbe detrás de una puerta, es posible, que una joven nunca se enamore o que un joven se suicidé al no tener el medio para expresar su sentimiento, el amor es una empresa delicada, -comentó Dominó- al ver el objeto de sus amores perdido para siempre.

Nos asomamos por la puerta principal, la tarde estaba cayendo, los autos con sus luces mortecinas, los peatones con su andar cansado, nosotros mirándonos como queriendo decir algo que nos ahogaba la garganta como si cada quien tratará de tragarse un planeta, el silencio, nosotros, y la guitarra detrás del mostrador, como si las despedidas sólo tienen lugar cuando nadie puede hablar, cuando todos olvidan la tonada de una canción, como se olvidan los rostros de los amigos de la infancia, así, permanecimos no sé si un minuto o cuatro décadas.

17 de junio de 2009

Musae


Te he estado buscando y hasta el día de hoy, en realidad, no sé, sí te he encontrado; me pareció haberte visto en ojos de otra mujer, se parece a tu modo de decir las cosas, también habla de los silencios que guardan las letras, también como a ti le fascina las estrellas, y esta duda mía, parte de que ella, no entiende mis miradas, se consterna y me pregunta, pero yo no puedo hablarle de ti, porque eres un secreto compartido sólo de nosotros, y como te has dado cuenta he escrito: "nosotros", sí, lo admito, te extraño tanto, la que tengo a mi lado no eres tú, y parece que caigo en un conformismo, al permanecer, a su lado abrazados toda la noche, juntos y distantes, y mis caricias son tatuajes, sin sentido; pistas para que aterrice un sueño llamado "tú", pero al leer estas letras mías, te darás cuenta lo lejos que estamos, el uno del otro, y que mis intentos por hallarte, es el andar de un ciego que da bastonazos al aire, y sólo porque a ti te llamé mi musa...

El verso de Neruda



La recuerdo siempre con un verso de Neruda: “Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos”, pasó a mi lado y solté el verso como la flor suelta el pétalo cuando la sacude el viento; se detuvo a unos pasos de mí, no quiso mirarme, sólo escuché aquella voz, clara e inconmovible:
- ¡Váyase al carajo, usted y Neruda!
Y se alejó lentamente por la calle catorce; aún no pasaban de ser las diez de la noche, tenía frío y me encontraba solo y la soledad es un lugar tan común que pocas veces es visitado; llegué a mi cuarto de soltero y me encogí sobre la cama como se encogen las flores de un día... así pasaron los días y mi memoria olvido el verso de Neruda y a la mujer que el verso invocó.
Me encontraba a la altura de la puerta de mar, a medio día, trataba de llegar al otro lado de la ciudad de Campeche, abordé un microbús de la ruta “jardines”.
Como en toda ciudad las prisas son la materia prima de los imprevistos, al subir y al tratar de pagar el boleto, se me resbaló de la mano una moneda y se incrustó en un agujero y frente a ese agujero, (todo agujero no solamente atrapa monedas sino miradas), se encontraba una mujer hojeando una revista de “Vanidades”, al levantar la mirada, se encontró con mi conmoción de no poder agarrar la moneda para pagarle al chofer.

- Por supuesto, tenía que ser usted y el Señor Neruda, aunque observo que lamentablemente lo abandono.

- Es posible, -le dije- casi abatido.

- Espero que no me lo haya tomado a mal lo que le dije aquella noche, creo que esa fue la peor de mis representaciones, es más, sí me hubiera dicho un piropo de seguro ni me hubiera detenido pero con un verso es distinto, una se siente recién creada y entonces conoces el para qué florecen los cerezos.
Metió la revista en un bolso pequeño, éste como boa engulló la revista y la desapereció de mi campo visual.

- ¿Y por qué se indignó conmigo, con Neruda y su verso?
Me miró a los ojos y con aquella voz límpida escuché un secreto:
- El problema no fue ni la voz, ni el verso, sino la falta de sentimiento con que fue expresado...

El Mago




El escritor es un mago, se sube a un escenario en donde el público brilla por su ausencia, a pesar de ello, se viste con sus mejores galas y prepara el espectáculo lo mejor que puede.

Saca de su bolsillo un pañuelo de color púrpura, lo pasa a través de tu mirada, lo voltea de un lado a otro, para darte a entender que no hay nada: sólo se encuentra el pañuelo, el mago y tú.

Entonces abre las manos para coger una pluma que parece mágica, le da tres toques continuos y aparece una paloma blanca y la hecha a volar para que verifique que la tormenta ya cesó. Pero tú sabes que la paloma no va a volver jamás, sí acaso, la tormenta la detendrá en un parque por un momento pero continuará su vuelo alejándose, cada vez más de la presencia del mago, del pañuelo y de ti.

Pero lo sabes tú y te lo guardas, sabes muy bien que al mago es lo que menos le interesa es la ruta que tomé la paloma; se prepara para otro acto, pide la participación de la audiencia ausente, hace un gesto para sentar a una persona que no dudo en participar; te mira a ti y te estira los brazos para traerte hacia él lentamente, lo miras asombrada y te olvidas de la audiencia ausente, del pañuelo que guardó en su bolsillo, te olvidas hasta de ti misma y de la misma presencia del mago, pareces elevarte de la tierra; el mago a pronunciado una palabra que nunca has creído en ella, te sientes ligera como una pluma y una lágrima rueda perezosa por tu mejilla, la palabra es tan fuerte como tu temple, el mago te mira y te dice que la pronuncies para que tú y la palabra sean una misma cosa, balbuceas como si estuvieras aprendiendo un nuevo lenguaje, la murmuras y sientes el aleteo de la paloma y el aire enfurecido de la tormenta.

Termina el acto y el mago te regala un papelito de color azul, lo guardas en tu bolsillo. La función ha concluido y un telón oscuro cubre al mago de su audiencia ausente. Sales y afuera las calles continúan en el mismo lugar, la tormenta ha minorado, sólo recorre el aire con una escoba grande la avenida, arrastrando las hojas de los árboles y miras hacia ellos y ves aún la paloma acurrucada en la rama más alta.

Llegas a tu casa y te observan los tuyos, hay algo en ti que tiene un aire de conquistador, de explorador y de emperador, sacas el papelito como el mago saca de su bolsillo el pañuelo púrpura y lo pasas a través de sus miradas para demostrarles que sólo se encuentran tú, el papelito y ellos. Abres el papelito azul y pronuncias solemnemente aquella palabra y una infinita bandadas de palomas cubren el espacio de tu barrio de un lado a otro.

Posdata del mago: la palabra es: LIBERTAD.

13 de junio de 2009

La Postal...

He recibido tu postal, en la cuál, me comentas que no has visto volar algún dragón, aquí a diario, los veo alzarse sobre mi cabeza; pero eso a lo cuál llamas "palomas", en verdad, esta especie me es desconocida.
AVE

12 de junio de 2009

Corazón o Carne (II parte)


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Leer las cartas del Tarot, es tratar de obligar a la memoria a terminar esta historieta, de pronto sacas una carta, y la carta tiene el sello de la muerte, esta carta la observo detenidamente, realmente no causa miedo su imagen, pero sí, me causa intriga; porque saque esta y no otra; en realidad, estoy tirando las cartas, para saber más sobre Seyla, si me viera, le resultaría cómico, pero nada hay de cómico en que la carta que sacas a la mujer que amas sea el de la muerte; sigo jugando, tratando de cambiar la fortuna, repito la misma operación, ahora vuelve salir La torre, pero la imagen es de una torre derruida, aún no la rescato, cada vez la estoy perdiendo, me niego a continuar a jugando, guardo las cartas, en el casillero en las cuáles conservo las cartas que le he escrito y que no pienso enviárselas. Es entonces que me escudo en la demencia con un cigarro...
- ¿Necesitas en sí, conocer mi nombre? me llamo como tú quieres que me llame, tengo el arte de encarnar a cualquier mujer que tu has olvidado y no porque no te gusté recordarla, sino porque está tan lejana a ti, que no tiene caso traerla al mundo en donde gira tu vida, pero yo puedo hacerlo, vamos ¡amor! Nómbrame una vez más...


6


Coger no es solamente sostener algo o agarrar, no es chingar, como dice Octavio Paz, porque no rompes nada, es sumergirse en un espacio cerrado y perfumado a Givenchy, es recorrer con las manos lo que no puede ser reconocido, el tacto no puede transmitirnos la biografía de esta piel cálida y olorosa, suave y firme, parece un papel fino, en el cuál, nunca quisieras escribir nada, por ello, sería necesario que la piel tuviera caracteres para descifrarlos, comprenderlos, leerlos y memorizarlos, amarrarnos con estas letras los dedos de la mano, escribirlos en la puerta de nuestras casas, guardar con ellos, un día para repasarlos nuevamente en la memoria del tacto. Coger no es un acto aislado porque no lo realiza una sola persona, es más, lo realza la especie, todos cogen, todos lo hacen, uno simplemente lo imita porque somos capaces de hacerlo, entonces, ¿por qué esta sonrojes? ¿Por qué de esta vergüenza que nos carcome por dentro? ¿Qué tan malo ha sido el alimento de la carne para el espíritu?


7


Las puertas de los hoteles tienen una semejanza a los días del calendario, por ejemplo, ves colocado en la puerta el número 24 y te sucede lo mismo como cuando ves el mismo número sobre el calendario, no tienes ni la mínima idea de lo que va suceder, hasta que llegas a dicho día y es como cuando abres la puerta del hotel, entras y sucede que nada se parece a lo imaginado, la cama es más angosta de lo que hubieras deseado, tiene un fuerte olor a cloro, en vez, del olor que desprenden miles de pétalos de rosas, las sábanas percudidas y maltratadas, y sobre todo cuando abres la ventana, en vez, de que dé hacia un paraje verde y soleado, te muestra la ciudad gris y a sus columnas se extiende un vericueto de calles que parecen el intestino de un animal mitológico, como el minotauro, tienen que verlo ustedes con sus propios ojos, traigan a un arqueólogo para constatar éste descubrimiento, aquí en esta ciudad yace los restos mortales del minotauro, si esto lo hubiesen descubierto los primeros residentes de esta ciudad, no hubiera tenido el nombre de Guadalajara sino el de “mino”, al final sería así, en vez, de “minotauro”, ya que todo ahora lo abrevian. Viviría en la ciudad mítica, sus ciudadanos serían héroes en busca de aventuras, aquí no sería una ciudad en pleno llano sino un gran puerto marítimo, las necesidades de sus ciudadanos se transforman en atrevimientos que generaría la ingeniería civil, Venecia sería una copia vana de está ciudad, es una lástima que sus hombres se dedicarán como a todas las ciudades del orbe, a la compra-venta del trabajo de los hombres, y no hayan sido capaces de lucrar con sus sueños. Pero esto es un asunto que de pronto me pongo a pensar cada vez, que Seyla, no llega a tiempo, estar solo en una habitación como esta, no es solamente sentirse invadido por la zozobra de estar naufragando sino el que prueba un General cuando ve dispersas todos sus tropas: fragmentadas, disminuidas, desertando, haciendo lo que les viene en gana; la disciplina militar ha sido complaciente y empobrecida. Me pregunto como se preguntará a su tiempo el General: ¿Cómo hago para que vuelvan a reunirse en un punto todas mis tropas? ¿Qué mensaje envío que sea el adecuado y que no de a notar mi agonía? En estas me pone esta mujer cuando la espero, últimamente las esperas se han ido a largando, ayer la espere más de cinco horas, espero que está vez no tarde tanto, ya no tengo cigarrillos y no quiero salir a comprarlos. Sigo esperando, esto escribo en la última línea de mi cuaderno.


8


Esta a punto de amanecer y no sé si soñé o lo viví: una mujer ofrece su cuerpo al que adivine que tipo de piedra es la que contiene su corazón, sin más, me adelante a todos los que la rodeaban y grite: ¡eres un zafiro! Me miro consternada, desencajando el rostro, agarrándome del cuello de la camisa; -acaso me tienes en tan poco valor-, -hay demasiadas zafiros, yo soy única-, -el que sigue-; me levante enojado, porque no fui capaz de descifrar el tipo de piedra que tenía la mujer en su corazón, me pasé todo el día siguiente, preguntándome una y otra vez, ¿qué tipo de piedra guarda esa mujer en el corazón?
No llegó a la cita, pague la habitación por quedarme toda la noche, en este hotel, una noche más en vela, lo que hace uno cuando esta desocupado, echado sobre la cama, contando uno a uno el pasar de los autos, las camionetas, los de carga o transporte de personal, alguna que otra sirena de ambulancia o de policía, esta agonía de no poder conciliar el sueño, como los personajes del “Clan de los Insomnes” de la novela de Vivian Abenshushan, para que no gobierne el sueño en sus vidas tienen que contar historias; deduje al final de su lectura que los desvelados somos cuenta historietas.