Todo diario se puede dividir en dos partes. La primera, nace de una manía, la segunda de un cúmulo de ellas. Hoy, estoy inmerso en la segunda. Por la mañana, fijé la memoria con el zumo de una toronja. Cuando la exprimes con las manos, la cáscara te deja en ellas, una linea púrpura, como un tatuaje. Puedes tomar una hoja blanca e imprimir -como lo hizo Gutemberg- su primera hoja. Así lo he hecho. Al primer golpe de vista observé una cartografía, de líneas bien marcadas, como las avenidas de una ciudad sumergida en el mar de un profundo sueño.