ESTOS ESCRITOS NO ENSEÑAN, NI CONFORTAN NI GUÍAN, Y LA INQUIETUD QUE ESCONDEN ES SOLAMENTE MÍA...















PARAFRASEANDO A ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ.







17 de junio de 2009

El verso de Neruda



La recuerdo siempre con un verso de Neruda: “Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos”, pasó a mi lado y solté el verso como la flor suelta el pétalo cuando la sacude el viento; se detuvo a unos pasos de mí, no quiso mirarme, sólo escuché aquella voz, clara e inconmovible:
- ¡Váyase al carajo, usted y Neruda!
Y se alejó lentamente por la calle catorce; aún no pasaban de ser las diez de la noche, tenía frío y me encontraba solo y la soledad es un lugar tan común que pocas veces es visitado; llegué a mi cuarto de soltero y me encogí sobre la cama como se encogen las flores de un día... así pasaron los días y mi memoria olvido el verso de Neruda y a la mujer que el verso invocó.
Me encontraba a la altura de la puerta de mar, a medio día, trataba de llegar al otro lado de la ciudad de Campeche, abordé un microbús de la ruta “jardines”.
Como en toda ciudad las prisas son la materia prima de los imprevistos, al subir y al tratar de pagar el boleto, se me resbaló de la mano una moneda y se incrustó en un agujero y frente a ese agujero, (todo agujero no solamente atrapa monedas sino miradas), se encontraba una mujer hojeando una revista de “Vanidades”, al levantar la mirada, se encontró con mi conmoción de no poder agarrar la moneda para pagarle al chofer.

- Por supuesto, tenía que ser usted y el Señor Neruda, aunque observo que lamentablemente lo abandono.

- Es posible, -le dije- casi abatido.

- Espero que no me lo haya tomado a mal lo que le dije aquella noche, creo que esa fue la peor de mis representaciones, es más, sí me hubiera dicho un piropo de seguro ni me hubiera detenido pero con un verso es distinto, una se siente recién creada y entonces conoces el para qué florecen los cerezos.
Metió la revista en un bolso pequeño, éste como boa engulló la revista y la desapereció de mi campo visual.

- ¿Y por qué se indignó conmigo, con Neruda y su verso?
Me miró a los ojos y con aquella voz límpida escuché un secreto:
- El problema no fue ni la voz, ni el verso, sino la falta de sentimiento con que fue expresado...

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