ESTOS ESCRITOS NO ENSEÑAN, NI CONFORTAN NI GUÍAN, Y LA INQUIETUD QUE ESCONDEN ES SOLAMENTE MÍA...















PARAFRASEANDO A ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ.







18 de junio de 2009

Corazón o Carne (III parte)


9


Escribo en mi cuaderno:

- “Nadie coge a la misma puta dos veces del mismo modo”.

Cada vez, ella es otra, se descifra, se maquilla distinto, guarda otro aroma, sus gestos no son los mismos, hasta su pulso y su respiración cambia, en esto radica el oficio de ellas, en ser otra cada hora, cada día y cada noche, ellas no se rigen con el calendario moderno, ellas siguen el trayecto de la luna, están continuamente construyéndose, reinventando, a cada quién le otorga lo que anda buscando, es una sabia en pasiones, sí han de actualizar el Kamasutra, ellas serían las primordiales guías que han de tomar en cuenta, pero nadie habla de ellas, aunque son las más solicitadas, nadie quiere verlas aunque expongan su delicadeza femenina a cualquiera, nadie, sólo yo, pero a mí me gusta comentarme a través de mi “nada”, ésta nada es “metafísica”.

Sólo un Don Nadie tiene el privilegio de alabarlas de escribir algo sobre ellas, aunque sólo sean pre-textos y nunca una escritura que se formalice en libros y llegue a las manos de los lectores, pero los lectores modernos, quieren que les hablé de personajes extra-normales, que cuente con super poderes, y dejé un legado, pero el legado de un super hombre, es que nunca muere, nunca sabemos si lleva un baño portátil, pues siempre esta impecable, nunca eructa ni huelen mal sus gases, y al parecer nunca tiene sed, un héroe fabricado por nuestros tiempos es un anti-héroe, los clásicos ponderaban lo contrario: lealtad, valor, fuerza, sentimientos, imagínate “un valeroso Aquiles llorando”, y así lo hizo Aquiles, no lo ves nunca en un X men o Batman, para ellos es el odio, pero no lo que revele sus más hondos sentimientos, sí así, son los héroes ¿cómo estarán sus adoradores?

Lo curioso es que los héroes nunca existieron sólo están sus seguidores que tratan a todo costa imitarlos, pero nunca he sabido que se pueda imitar a la perfección a la misma perfección, vaya si no también sus actos son absurdos, pero fíjate bien como enmarcan la ceja cuando hablan de sus super héroes, si es posible llevar el mismo traje, se hacen más y más interesantes, pero que no le menciones que un héroe (no nuevo porque siempre ha estado antes que ellos) sea una puta, la super chica poderosa, poderosa pero puta, no es concebible, si alguien atenta contra la “dignidad heroica” está idiota o loco que al caso es lo mismo.
A estas alturas de la vida, es relativo preguntarme:

-¿Por qué estoy aquí y no en otro lugar?

-¿Quién olvido esta mujer que ahora duerme a mi lado?

-¿De qué mujer me he alejado al tener a ella a un lado mío?

-¿Qué me atrajo hacia ella?

Y no porque yo sea más noble, al cuestionar estas circunstancias o dejé de serlo por no hacerme las preguntas, coger con una prostituta, cada quincena, no es relevante el dato, sino ¿El por qué no dejo de hacerlo? Y ¿Por qué siempre con ella? Acaso sea me han olvidado las reglas básicas: “nunca pero nunca jamás te enamores de una puta”, y si sigo con ella, simplemente muestra que el amor es un hecho que no está tan alejado de nuestras vidas y esto me hace recordar la recomendación de Ovidio: “Pues te hallas libre de todo lazo, aprovecha la ocasión y escoge a la que digas: Tú sola me places”.

Yo siempre pensé que ellas han dejado de amar, pero resultó todo lo contrario, el amor de una puta, carece de precio porque los ha tenido todos, el mío hasta este momento ¿Cuál ha sido? ¿Y esté costo podrá ser medido?

Son preguntas que en realidad no sé, si tengan respuestas las han de tener pero a su “tiempo”: esta palabra odiada por el cuerpo, en cada arruga que surge del rostro, cada vez, que los movimientos motrices son más lentos, cada vez, que dejo que la melancolía consuma mi cigarro, el único bien del tiempo, es que siempre pasa y nunca deja de hacerlo, todo pasa, todo fluye, no hay duda, padezco la imagen de un Heráclito decadente.

10

Encontré a Seyla, en una biblioteca municipal, a las 2:00 de la tarde, sumida en la lectura de un libro, nunca notó que la observaba, como se observan las flores del jardín de mi casa, me acerque y observe que el libro que leía era el de “Naná” de Emile Zola, fue entonces cuando me di cuenta de la importancia de los libros, como el sol para las flores, para ella eran los libros y yo que nunca he leído a Zola. Al tocar su hombro sentí que la arrebaté de los brazos de Zola; me quise disculpar pero al mirarme, me sonrió y sin más, me ofreció un asiento para que la acompañara en silencio su lectura.


- Sabes nunca creí que fueras amantes de los libros.

- Ni yo, esta biblioteca me queda en la ruta a mi casa, paso siempre, hoy no sé por qué, entré, es como cuando entras a una iglesia abandonada, entras para sentirte solo.


- A esta hora de las tarde los hombres de negocios dejan colgado en el reloj sus sueños, sus planes y hasta las caricias hacia sus mujeres, son muy higiénicos en sus horarios, nunca interfieren sus tiempos, todo está fríamente calculado.


- Como ves yo no soy hombre de negocio, lo que dejé colgado en el reloj fue tu nombre, por ello, detuve el tiempo, este instante no ha transcurrido, se ha detenido en nuestras miradas.


- ¿Por qué no me escribes un libro? Dices cosas que me gustan, no importa lo que piensen los otros, es como un hijo mientras lo ames, lo demás carece de importancia.


- No quiero escribir mientras estés a mi lado.


- Necesito alejarme de ti para que escribas, no crees, que es una petición caprichosa.


- Lo que somos lo somos por un caprichoso dios.


- No creo en lo divino y no lo necesito.


- Algún día escribiré, no te preocupes deja que me crezcan las alas, que mis vellos se conviertan en plumas blancas y suaves, y con ellas, te lleve muy lejos de aquí.


- No necesito viajar soy el viaje mismo.


- Que ocurrente y me dices a mí que escriba un libro, yo también quiero pedirte lo mismo.


- Recuerda esto siempre: la única puerta a la que conducimos es hacia la soledad, nunca la abrimos completamente pero la sostenemos lo suficiente para que jamás se cierre, por ello, una puta nunca podrá escribirte una carta.


11

El hotel se llama “París” y me recuerda, cada vez, que alquilo una de sus habitaciones la frase de E. M. Cioran: “Si hay que fracasar en la vida, mejor es hacerlo en París que en cualquier otro sitio”, sí hay que fracasar tendrá que ser en Francia, pero los Gales están muy lejos, en cambio, se extiende a mis ojos, un hotel andrajoso, deteriorado, con las paredes pintadas de cal, tiene tres plantas, nunca he pasado de la segunda planta, en la tercera ignoro si existen habitaciones, o son pequeñas bodegas, en las cuales acumulan los huéspedes, lo que nos sobra siempre a los hombres, oscuras soledades y ciegas decepciones, el motel cumple de cierto modo, con una función la de ser un depósito de los desechos de los sueños juveniles. Seyla no se ha reportado, según sus compañeras a estado enferma, pero nadie sabe su paradero.


Continuó con el juego de la evocación, rento la habitación veinte y cuatro, mis pasos se oyen pesados y sordos por las escaleras, carecen de la música del taconeo de Seyla, abro la puerta y parece que nunca he entrado en ella, pero no sé por qué la cama la veo cada vez más angosta, me siento al borde de ella y me desnudo frente al espejo, y observo una barriga prominente, la barba está casi blanca, al menos no estoy calvo, parezco un buque varado en una playa perdida, esto debí apuntarlo en mi cuaderno pero ya es demasiado tarde, lo trascribiré en otro momento, ahora sólo necesito dormir un poco.

La mañana en el hotel “París” inicia a las 4:00 a.m. con el abrir y cerrar de puertas, los primeros en salir son los comerciantes, al parecer traen envuelto al mundo, los olores que desprenden sus productos, como frutas, especies, carnes de ave seca, panes; parten con ellos, los secretos de otras tierras, sus voces son familiares de camaradería, aunque los desdichados apenas si han intercambiado algunas miradas, y nombres de las mujeres con las que han pasado la noche.


Alguien mencionó el nombre de Seyla, y sucedió como sí un enjambre de abejas hubiera penetrado violentamente en el hotel, entre todos descubro la voz de un amigo de la infancia, su familia siempre se ha dedicado al comercio, nunca creí que en Guadalajara me lo encontraría, me levante a saludar al viejo amigo, estaba tan acalorado con su relato que no me conoció, estaba -entre dos personajes algo excéntricos, uno de ellos eran un tipo obeso que medía casi los dos metros y el otro era un tipo vestido como el clásico pachuco, con sus zapatos de charol, ropa blanca y con un sombrero acomodado a miedo lado de la cabeza, los tres fumaban, y el humo que desprendía figuraban tres locomotoras a punto de estar descarrilándose, mi amigo con su voz francamente de paisano, abría en su conservación toda una lista de preciosidades para describir a Seyla:


- Una vez montado en una tigresa, nada se le parece, porque ella es única, es heredera de las antiguas “alegradoras”, eran indispensables en el ejército de los antiguos guerreros aztecas, tenían alto rango y eran más preciadas que la espada misma, porque ellas eran el corazón que mantenía al guerrero herido, en medio de las filas del enemigo.


Interrumpió de pronto su relato porque escucho el pobre infeliz la voz de Seyla que provenía de la planta baja, esa voz tan familiar para muchos de los que nos encontrábamos en el hotel; era como si la luz rasgará de pronto la oscuridad de la noche, su paso era decidido como una sacerdotisa, solemnemente andaba con soltura en este estrecho pasillo, dirigiéndose a su cuarto, lugar que una vez que entraba, las prisas se diluían entre sus caderas, nosotros anhelábamos que perdurará esta visión, pero inmediatamente entro al cuarto cerro la puerta, sin que alguno de nosotros la acompañaran, sólo vimos un letrero colgado, poco acostumbrado en este hotel:


- “Por favor de no molestar”.

12

Todos resolvieron en partir a sus respectivas labores, Facundo que así se llama mi amigo de la infancia, me saludo efusivamente, me presento a sus dos camaradas, el pachuco se hacía llamar Dominó, el otro el que tenía el aspecto de pertenecer de línea directa a algún ser mitológico solo le decían “tú”, según mi amigo “tú” sólo utilizaba la palabra hablada para pedir de comer, y no era que lo decía tal cuál sino simplemente “por favor”, así que de estas dos palabras que manejaba tenías que conocer la entonación para que “tú” reaccionara y pudiera ayudar e intervenir cuando lo necesitabas, de los demás, los cuatro formábamos un conjunto a modo del hotel, pareciera que fuéramos un mueble o un cuadro necesario en el adorno del inmueble.

Salimos a caminar por la calzada, se veía afuera una gran movilidad, el tránsito congestionado, los automovilistas de mal humor y fue curioso que todos los que observé traían un cigarrillo consumiéndose entre sus bocas, a mis camaradas todo ello les era indiferente, sólo lamentaban que Seyla no los aceptara en su aposento, maldecían y escupían, no fumábamos porque no teníamos para comprarlos, yo y “tú” caminábamos taciturnos como si nuestros pensamientos fueran dos piedras incapaces de moverse del cráneo, como una pesada carga llevada, de ello, solamente nosotros sabíamos de su existencia.

Facundo inicio con la propuesta de cantar a la orilla de la calzada la canción de “Stand by me”, repetirla hasta el cansancio y que “tú” o el que sea pida dinero a los paseantes, pregunté sobre la guitarra, todos quedaron atónitos su guitarra la habían dejado en el hotel, antes que nosotros reaccionáramos “tú” salió corriendo en dirección del hotel, espero que el infeliz la encuentre, -comentó Facundo-, sería una lástima perderla pero como todas las cosas se van o se pierden, en fin, es inevitable estas situaciones.


Nos sentamos en rueda, mientras las personas nos insultaban cada vez que tropezaban con alguno de nosotros. Tardamos sentados más de dos horas y ni un rastro de “tú”, Domino se levantó mirando hacia el lado en que se fue “tú”.

- Nunca se nos ha perdido, esta ciudad es un inmenso laberinto, no fue buena idea Facundo de venir nada más a visitar Seyla, te hubieras contentado con tus historias, hubieras inventado algo fantástico, no sé, que la sacaste de estas ruinas y que ahora vive en tu casa, esperándote a cenar.


-Mira como son las cosas Dominó, nosotros pensábamos que “tú” nos sentía imprescindibles pero la realidad es otra, él es más indispensable y ahora que no viene como se le extraña. Estoy pensando que el infeliz se quedo con Seyla, espero que este acariciando esa tersa piel canela, espero que así sea.


Será mejor ir hacia el hotel- preguntar sino lo han visto llegar- comenté casi sin ganas, parecíamos tres figuras deformadas por la luz del sol, como espectros, sentía que la sangre me quemaba, tenía unas inmensas ganas de fumar, pero como buen adicto, lo que no tenía era dinero para comprar, siempre en estos momentos de ansiedad me pongo en trance, me imagino que soy yo el señor del Ford rojo, que está fumando y aspirando el olor a tabaco, ese olor que tranquiliza los nervios, siento en los pies, la potencia del motor, veo su celular seguro que ha de tener un número de celular y que en el otro lado de la línea, una voz melosa y femenina, le estará diciendo: “hola amor, en dónde estas, a qué horas vas a venir por mí”.


Cosas que un hombre normal tiene y que un excluido como yo no tiene derecho. En fin todo trance es momentáneo, llegamos al hotel y la encargada nos miró con cierta ironía de que las madrotas siempre conservan, antes que habláramos, nos dejó un sobre amarillo, -se los dejó Seyla y comentó de que no se preocupen por “tú” se lo llevó a comer y que a las siete de la tarde regresa.

Una pregunta santa señora –dijo- con cierta sorna Facundo, no vio alguna guitarra que cargará Seyla.

- Sí, pero me la dejó a pago de sus rentas que tienen atrasadas y aun así, no cubren ni la mitad de su deuda.


-Bueno, al menos véndala bien o regálesela a un virtuoso que ame la música.

-Si tía, es una lástima que le arrumbe detrás de una puerta, es posible, que una joven nunca se enamore o que un joven se suicidé al no tener el medio para expresar su sentimiento, el amor es una empresa delicada, -comentó Dominó- al ver el objeto de sus amores perdido para siempre.

Nos asomamos por la puerta principal, la tarde estaba cayendo, los autos con sus luces mortecinas, los peatones con su andar cansado, nosotros mirándonos como queriendo decir algo que nos ahogaba la garganta como si cada quien tratará de tragarse un planeta, el silencio, nosotros, y la guitarra detrás del mostrador, como si las despedidas sólo tienen lugar cuando nadie puede hablar, cuando todos olvidan la tonada de una canción, como se olvidan los rostros de los amigos de la infancia, así, permanecimos no sé si un minuto o cuatro décadas.

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