ESTOS ESCRITOS NO ENSEÑAN, NI CONFORTAN NI GUÍAN, Y LA INQUIETUD QUE ESCONDEN ES SOLAMENTE MÍA...















PARAFRASEANDO A ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ.







19 de junio de 2009

Corazón o Carne (IV parte)


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He tomado mucho o he tomado poco, lo cierto es que estoy apunto de vomitar, toda la noche me la he pasado en una cantina, en donde me han otorgado “crédito”, el dueño del negocio, se ha percatado del mal que me ha estado consumiendo poco a poco, ha sido una noche sin igual, -Seyla se ha marchado de la ciudad-, esto lo deduje de una carta que me dejó con “tú”, sólo he podido leer sólo un par de párrafos, en mi embriaguez sus palabras las degusto con amargura: “ahora y quiero abrirle las entrañas a esta palabra para ver si contiene el tiempo o le pasa como a nosotros que nos consume sin cesar”.




Ella me había prometido que nunca me escribiría una carta, ahora sólo obtengo de ella, unas hojas preñadas de letras, letras que no me indican nada, como si estuviera aprendiendo un nuevo idioma, ahora en mi embriagues recuerdo una oración a la santa muerte que mi tía la solterona repetía incansablemente todas las noches:



“Muerte, tú que andas por el mundo en calles, montes y colonias si encuentras a: Seyla, no la dejes pasar pon en su mente mis pensamientos, si está sentada no la dejes en calma, si está durmiendo que me sueñe y que nunca duerma tranquila ya que un niño ha de oír llorar siempre. Santa muerte yo te conjuro la señal que te pido me has de dar, cada vez que encienda un cigarro, la ceniza tiene que caer en mi mano y si está ansiosa por hablarme, su boca ha de abrirse y como esta oración, ella ha de venir a cerrar mis labios con su boca, ha de venir mansa y desesperada, humillada hasta las plantas de mis pies. Alma de los cuatro vientos que a levante guió a Marco Polo y a cualquier otro explorador, quiero que me traigas a Seyla y que los siete espíritus y las siete ánimas cambies sus amores y vuelva a mí, envuelta en tu gran poder ¡0h santa muerte! ".




Al final sólo recuerdo que llegaron los mariachis, sólo les pedía como José Alfredo que me tocarán: “la que se fue”.



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La carta de Seyla te la escribí yo… hasta la cruda se me esfumo como la imagen de Seyla al ver frente a mí la figura de “tú” que tenía un parecido al venerable “Buey mudo de Sicilia” y en nuestros tiempos no dista mucho de parecerse al celebre Shalquille O´ Neal.



- En español compadre que no me cabe la idea de que “tú” hayas escrito esta carta que casi me mata de congestión alcohólica.



-Te explicare, pero primero debes guardar un secreto no le digas nunca a Facundo y Dominó, de nuestra plática ¿aceptas?



-Me crees un hombre sin palabra, claro que acepto, y te juro que de mí nunca saldrá esta charla contigo.



-Bueno, si es así, salgamos de este tugurio, infesto y mal oliente, caminemos hacia la plaza tapatía, me encanta ver caer el agua de las fuentes, quiero respirar a todo pulmón aire fresco.
Caminamos en silencio un buen rato, creí que “tú” estaba sumergido en su mundo y que esta promesa se desvaneció en el mutismo de mi compañero, hasta que se acerco a una banca y me hizo la señal de sentarme junto a él.




- Un hombre no debe de hablar mucho puesto que sus palabras deben volver realizadas, un hombre prudente ahorra esfuerzo, su verdadero interés es forjar palabras, una vez formulada, con el poco aliento que le queda soltarla levemente, ella extenderá sus alas, se volverá golondrina, le saldrán patas veloces, sí necesitara cruzar el océano o un río construirá aletas capaces de surcar aquellas aguas, nada le sería imposible, todo porque tiene trazado un camino, nada la puede detener, -¿entiendes esto AK?- y a su regreso no tendrá la imagen de ave, ni de animal veloz, ni mucho menos la figura resbalosa de un pez, tendrá la imagen del cuál y por el cuál fue creada, tendrá el sello del que habló pero a la vez de la oyente, será más fresca que el agua a medio día, relucirá más que una estrella a media noche, será la imagen de la que despierta al hombre que vive en ti, en mí o en el que sea. Lo único que me encargo Seyla es que te enterarás que ella me dictó la carta, yo sólo pulí el estilo y la forma.



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Sobre la mesa “tú” dejó el dibujo de un cómic una chica con uniforme de escolar, sosteniendo una carta del tarot, en sus ojos esta a punto de estallar una tormenta, parece una chica alejada y perdida para su amante; como si fuera el alter ego de “tú”, un tipo también extraño y lejano, fue la primera vez, en que una noche un hombre no quería recorrer mi cuerpo con sus manos, exigía otro tipo de caricia, quería escuchar historietas, palabras capaces de formarse en imágenes, quería terminar en una noche esta historieta, fue preciso escribir hojas tras hojas, rayar y corregir, después romperlo todo y volver a empezar de nuevo, después el silencio incomodo del no saber que más decir o el cómo continuar contando, en verdad, no fui testigo de lo escrito, ya estaba apunto de amanecer, cuando él de pronto se paró de la mesa, con unas hojas escritas con una caligrafía simple y limpia, sólo memoricé una oración: “ahora esta palabra con su resorte de niebla”.




- Mañana le dejo la carta AK en el hotel, es posible que ya no te vea, tengo que partir quiero volver a casa, a mi también me da nostalgia escribir sobre los distantes, los ausentes, los perdidos, los extraviados, de los decaídos, de los absurdos, de los amorfos, en fin, de la compleja naturaleza humana.



Después que se marchó, quede completamente dormida, me soñé escribiendo, escribía sueños de otro, tenía cada palabra un sabor que al dejarla impresa en el papel desprendía un olor a fruta agridulce, al acariciar aquellas letras tenían la textura del durazno, por cada letra escrita se abría a mis ojos un jardín o una plaza o se avisaba un conjunto de islas o daba la apariencia de una inmensa ciudad sumergida, con sus callejuelas y en una de ellas el hotel París, me vi envuelta en esta ciudadela, nadé lo suficiente hasta llegar al hotel, en la entrada la madrota flotaba y entre los dedos de la mano colgaban todas las llaves de las habitaciones, a un lado del mostrador la guitarra de Domino, observe que en cada cuerda reventada tenían amarradas a un plástico azul, mi nombre seguido de otro, continué abriéndome paso entre tantos cuerpos de amantes no sólo míos sino el de las otras mujeres, llegue como pude al veinticuatro, y la cama por capricho de alguien se mantenía arreglada, pero encima de ella, yacía el cuerpo desnudo de AK, como si la muerte dejará en su rostro un rostro pacífico a pesar de las despedidas de tantos amores perdidos, sus labios apretaban los jirones de una carta que nunca me envió, no pude soportar más y desperté porque no quería ver más esta escena o porque tenía planeado abandonar ese día la ciudad y se me estaba haciendo demasiado tarde.



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¿Por qué volver un lugar común, un lugar árido e intransitable? La autobiografía es esté lugar común, donde todos dicen “yo”, pero este es un oficio sobre la escritura patentar hechos que nunca ocurrieron, por ello, es un arte la escritura esconder lo que sí fue un suceso, sobre lo que nunca ocurrió y amalgamar todo esto que conforma nuestra historia personal.



En el hotel París, lugar en donde trabajo a partir de las siete de la tarde, entran jorobados, vejetes, decadentes, arruinados, solitarios, enfermos mentales, genios desorientados, y al salir, después de un ejercicio físico extenuante se sienten: conquistadores, exploradores o poetas, se levantan entre sus ruinas para construirse una ciudad amurallada, y no es que sea una caprichosa diosa ni una Dido a la inversa ya que ella primero los tomaba como hombres y después terminaban hechos unos cerdos, en consecuencia, puedo asegurar que mi arte lo fui aprendiendo, no se me impuso, fue algo que opté, y fui haciendo mi destino en ser la prostituta más recurrida, de la cuál, muchos se han enamorado, muchos han querido formalizar una relación monogámica, en realidad, no es lo que deseo y no lo deseo por el simple hecho en que cada vez que me acuesto con un hombre me siento cada vez más libre, cada vez más yo, este cuerpo es mío y sólo por unos momentos, a cambio de una retribución otras manos acarician lo que nunca podrá pertenecerles: yo llamada “Seyla”.



Me prostituí por vez primera cuando cursaba el tercer semestre de preparatoria, no era buena en una materia, el maestro no tenía otra opción, según me comentó, a no ser que me convirtiera en su amante, entonces era posible que aprobará la materia, y así fue, pasé esta materia y pronto se corrió la voz entre los maestros que me daban clases, ellos me reprobaban y yo a cambio me dejaba acariciar, desnudar y poseer por sus lascivos deseos, uno de ellos, me cogió sin quitarme el uniforme escolar y fue sobre el escritorio en que me envistió como corcel en carrera de muerte, lo disfrute como nunca lo había experimentado, el resultado fue que termine la preparatoria, me encanto el sexo a cambio de algo, a cambio de lo que me dieran nunca era suficiente a lo que compraban.



Después con el tiempo, acudí a un Dance´s Club, en donde la cosa era más sencilla, bailar, realizar acrobacias sobre un espacio pequeño, sosteniéndome en un tubo que no sólo atravesaba el techo sino mis sueños y mis días, conforme pasaba temporadas en un solo lugar, los clientes terminaban en olvidarme, cada chica nueva era una enemiga que me robaba la aprobación masculina, así que cuando salía a la pista y no recibía nada más que vituperios o empezaban a corear el nombre de otra, era el tiempo de salir por la puerta de atrás y buscar otro club, hasta que todos los club´s de la ciudad han sido recorridos, cuando el último ya está a más de treinta kilómetros de la ciudad, esto te indicaba que tenías que cambiar de domicilio, de teléfono, pintarse el cabello de otro color, recortarlo un poco, cambiar el guardarropa, elegir otra faceta de tu persona, tenía que cambiar de nombre y de tantos nombres, que el verdadero fue borrado de la memoria.



Después de los club´s acudí a ser mi propia promotora, subí fotos mías al Internet, en donde las frases más absurdas son las que más llamadas y citas reciben, creo que los hombres que nos contratan nos consideran simplemente un cuerpo y nada más, en donde deshacer su propia frustración, de hecho así era, tipos en la mayoría reprimidos, en que sus mujeres gobernaban sus cosas, sus vidas y sus camas, y para eso me contrataban, después del sexo, escuchaba sus peroratas de siempre, la culpa la tenían siempre sus mujeres, me imaginaba a estos señores, volver a sus hogares, después de estar en la cama conmigo, me imaginaba la cara de hipócrita que ponían sus mujeres al sentir el olor de otra sobre la piel de sus delicados maridos, creo que no lo soportaría o vomitaría sobre él o terminaba matándole a punta de golpes.



Terminé aborreciendo las citas a ciegas, citas a moteles o a domicilio, de hecho las citas fueron cada vez menos, entonces decidí en probar suerte en los hoteles de la zona comercial de la ciudad, lugares fijos, como casetas de teléfonos, en donde con unas monedas puedes realizar una llamada y escuchar del otro lado del auricular la voz que siempre amaste. Y fue ahí en donde conocí a AK, fue en esas habitaciones de camas estrechas, en donde por vez primera escuche a la poesía:




"Santoral del sábado: Lola, Margot, vírgenes perpetuas, reconstruidas, mártires provisorias llenas de gracia, manantiales de generosidad. Das el placer, oh puta redentora del mundo, y nada pides a cambio sino unas monedas miserables (…) Oh puta amiga, amante, amada, recodo de este día de siempre, te reconozco, te canonizo a un lado de los hipócritas y los perversos, te doy todo mi dinero, te corono como hojas de hierba y me dispongo a aprender de ti todo el tiempo".

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