ESTOS ESCRITOS NO ENSEÑAN, NI CONFORTAN NI GUÍAN, Y LA INQUIETUD QUE ESCONDEN ES SOLAMENTE MÍA...















PARAFRASEANDO A ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ.







27 de julio de 2009

Todo está aquí...



Todo está aquí: la hora en punto en el reloj de la Iglesia, marcando las ocho de la mañana, la señora del puesto del periódico, colocando los titulares de los periódicos locales, el semáforo en rojo, esperando que pase el señor de la silla de rueda; yo personificando un estudiante universitario, de aquellos que ya no se ven seguido, con su libro abierto: leyendo.
Esperando el trolebus, retiro mi mirada del libro y de repente te materializas, con tu rostro blanco salpicado de pecas, me miras como si miráras una luciérnaga, en medio de un bosque en llamas, es decir, te parezco absurdo y lejano.
Se detiene el trolebus, nos subimos y cada quien toma el lugar de siempre: yo el primer asiento y tu prefieres el último, pegado a la ventanilla, me cuesta observarte, pero hago lo posible para voltear a verte, y tu sigues impasible, innamovible, como si llevarás días viajando, como si un recuerdo te arrebatara el presente, a mi modo, intento en no creer en la fuerza que tiene un recuerdo, lo mío no es la memoria sino el olvido, pero este ejercicio de escritura, subyace el enfrentamiento: el que olvida solamente recordando.
Trato de arroparme en las páginas del libro, lo cierro y leo en voz alta el título: "Las Ciudades Invisibles"; y sucede que al voltear a verte, tu has desaparecido, te bajaste en la esquina anterior o estas esperando nuevamente a que pase el trolebus en la esquina siguiente, por eso, para mí, es mejor leer en silencio, no perturbar en la palabra al recuerdo, que el recuerdo permanezca sujeto y no predicando, porque el recuerdo acude a mí, como aún poseído.
Este ejercicio de escritura, concluye con lo que le hubiera gustado empezar al escribiente:
"Todo está aquí, la basura en el mismo lugar de siempre, tirada sobre el suelo del trolebus, la mirada del señor calvo que refleja un cansancio meditabundo; la señora que no tiene en que entretenerse que nos observa detenidamente: a tí con tus manos blancas y yo con un libro cerrado, ajeno y oscuro; los dos viajando a través del tiempo; una y mil veces".

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