ESTOS ESCRITOS NO ENSEÑAN, NI CONFORTAN NI GUÍAN, Y LA INQUIETUD QUE ESCONDEN ES SOLAMENTE MÍA...















PARAFRASEANDO A ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ.







18 de junio de 2008

Biográfico


1

La chica clásica, la universitaria de mirada tierna. El uniforme escolar, no le limita su sensualidad, aflora como afloran las flores amarillas, que crecen a la orilla de la carretera. Con su paso de astronauta -un poeta pensaría que el camino no merece el peso de sus pies- mientras asciende el puente peatonal. Las miradas masculinas se arremolinan, en donde la perspectiva les permita, aunque por breve instante, atestiguar que la belleza se puede materializar, en un mundo virtual; observo a los que ansiosamente esperan, a que la chica apresure su paso; también, miro a la que ocasiona el asombro, cuya mirada no tiene un objeto en donde posarla; a la vez me observo lamentándome, no tener el mismo campo visual, de aquellos hombres para participar de tan efímero milagro.
2
La ventana que tengo a la izquierda, que veo mientras trabajo; mientras lavo la loza, mientras escucho la radio a todo volumen, una canción absurda, que indica varias veces: ¡sigan al líder! Sí, seguir al líder, consiste en seguir, el vuelo delicado de una mariposa multicolor, volar azarosamente, en un día gris, en una ciudad, de concreto y cristal que hace lo grisáceo, como un plasma celestial, aquí lo único que puede pasar, es que; en la cocina, el pinche, y hasta el cocinero mismo, se maticen también de un color gris metálico, como el de las ollas y sartenes, grises, lisos y reflejantes, como espejos cóncavos, capaces de reflejar seres amorfos. Despertar de esta pesadilla, olvidar que mis manos se entumen, tanto por el agua fría, como por la cantidad interminable de trastes sucios; éste efecto mariposa, tiene la única finalidad, tan simple como ella, la de distraer a un hombre, en un día gris, dentro de una cocina cuya ventana, tiene una sola perspectiva, la de una ciudad de edificios de cristales monocromáticos que a su vez, reflejan un pálido azul que lucha imponerse al reflejo de la ciudad.
3
Abrir un libro, es abrir una ventana, pero está vez, creo que la ventana, no logro abrirse lo suficiente, sólo noto letras, párrafos y una infinidad de hojas con las mismas características; el libro de es de un tal J.A. y lo dedica a una mujer que lo amo lo suficiente como para olvidarlo. No creo tener la paciencia suficiente de terminarlo. Hago lo posible por leer al menos un par de páginas. Está ocasión parece que la ventana se abrió de un golpe, lo que necesitaba, era el peso de mi mirada y la ligereza de mi incredulidad. Creo, encontrar en las hormigas, un cambio en su instinto natural: son atraídas por las letras y no por las migajas de azúcar y pan. Un cambio de relación biogenética. A partir de ahora lo que los hombres estampen en los libros, ellas las arrancarían, para depositarlo, en el fondo de la tierra. Y, sí otorgo, el beneficio de la duda, no me extrañaría que al momento de abrir el frutos de los árboles, tendrían por fin, sabor a letras.
4
“Se fue y no terminaba de cantar. Que se fue, te juro que traía la nostalgia atragantada, con su voz chillona de rata desmoronaba las paredes. Lo único que faltaba es que recorreria la casa siete veces, pero no creo que suceda; ella nunca lee, ni en defensa propia; todo el día, se la pasa, con un reproductor portátil, cante y cante como si fuera una cigarra, y no es qué tenga problema, con el arte, pero, ¿de qué arte se trata? Sería como decir: sobre el arte se encuentra el sufrimiento; esto para unos sería un escándalo, para a mí, es una verdad irrefutable”. Esta nota la descubrí al tercer día, en que María se fue de casa. En realidad, no es que extrañará el sufrimiento de su arte; a veces quiero, escuchar esa canción, la que repetía incansablemente, y también memorizarla, así como ella, con mi voz de ratita, cantar alrededor de la casa y a todas horas: se fue.

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